Baltazar
Baltazar Baltazar nació un domingo de octubre con los primeros gallos, bajo un cielo revuelto por la llovizna de un invierno crudo y devastador. Aquel niño lánguido y flaco como un palillo, respiraba las primeras bocanadas de aire de una vida que apenas comenzaba a florecer. Su padre veía como el mundo allá afuera se debatía en un manto negro de nubes recrudecidas. Aquella mañana, se hallaba envuelta en una manta sepulcral de las lloviznas insoportables de un octubre que no daba tregua de escampar. Las calles con el barro encarnizado, se convertían en un lodazal monumental, incluso fue el impedimento principal para que la partera del pueblo, se diera tres repetacas en las calles enjabonadas, antes de llegar a atender el parto que traería al mundo a Baltazar. En sus primeros años Baltazar pudo disfrutar de la belleza del azul de la Ciénega, los vendavales de las mañanas turbulentas, el verde intenso de