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Mostrando entradas de marzo, 2019

Naciste sin etiquetas.

Naciste sin etiquetas. En un mundo encapotado por la niebla gris que nos impone la sociedad, en donde el sexismo se impone y el estereotipo del macho primitivo hace de las suyas. Crecimos creyendo que ellas son quienes se tienen que encargar del hogar, que nacieron para criar hijos. Donde el "te amo" llega a transformarse en "mi amo" y las caricias en moretones. Una sociedad hipócrita que mira de reojo el mal que padece, pero que no hace nada, solo se lava las manos cuando se las unta y sigue andando en su misma mierda. Ellas nacen sin etiquetas, libres de la masculinidad bárbara que corroe el mundo, sin el monstruo mitológico que anda suelto y se hace más fuerte al compás de la sociedad. -Naciste sin etiquetas-

Cuarto de hotel

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Cuarto de hotel Una mañana calurosa como suelen ser los días de enero, la fiel pareja disfrutaba de los manjares del amor, los primeros destellos de ansías comenzaban a nacer en el horizonte efímero de los primeros días de su amorío. Entre miradas y palabras robadas transcurría aquel día, el mar de testigo presenciaba  aquella escena de amor fructífero, un ambiente de coqueteo surgía en el instante, dos enamorados que se dejaban llevar por la corriente de los deseos más puros, y quizás por sus ganas de estar juntos se dejan arrastrar a aquel cuarto de hotel, donde el sol vacilante entraba por las persianas no queriéndose perder de ningún detalle, el silencio reinaba en ese momento solemne, pero fue asaltado por aquellos besos consumados en aquella habitación, ráfagas de caricias evocadas de lo más profundos deseos, las manos de él recorrían el cuerpo de ella, la mirada disfrazada de deseo lo decía todo, pero aquel encuentro era muy prematuro para dejarse caer en los brazos ardi

Gabriel

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Gabriel Gabriel, sentado en su silla de cuero y madera, ve la lluvia caer, envuelto en una densa atmósfera de soledad, mira con gran interés como la calle polvorienta cambia de tono y se transforma en un instante en pequeños charcos. Él como quien intenta descifrar una teoría científica mira como las pequeñas gotas se desbaratan en el polvo de la calle. Gabriel a sus cincuenta y más años se queda estacionado en la puerta, sintiendo el rocío de la lluvia. Su piel curtida por el sol se eriza con la brisita húmeda. Afuera comienza a recrudecer el aguacero, el sonido amortiguado del agua empieza a dominarlo y se deja llevar a un acantilado de sueño placentero. La ráfaga de ese sueño efímero lo deja una vez más en la escena de la vida real. Otra vez mira con ese interés particular de siempre y ve como el agua en la calle se lleva la hojarasca de dos meses de verano. Una vez más se deja caer en un estado de hombre adormecido, pero esta vez sueña despierto, recuerda con nostalgia l

LA VIDA CAMBIA.

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LA VIDA CAMBIA. La vida cambia, la leyenda que lleva tatuada esta casa en su fachada, quizás como una revelación del destino, que sin darse cuenta le concedió un nacimiento, una adultez y una vejez. Como por instinto o tal vez por una fuerza inexplicable se fue marchitando como se marchita el ser humano, fue cayendo en una especie de complicidad humana, como si se tratara de un cuerpo configurado con sus órganos, sus tejidos, sus huesos y su piel. Como si el tiempo le concediera el permiso de irse desvaneciendo en sus propios años vividos, o quizás le otorgará una vida terrenal, con sus épocas doradas donde Lucía llena de vida, pero que sin embargo fue condenada o quizás privilegiada con la orden Suprema de cumplir su ciclo natural. La vida cambia. Así fuerte y revelador, llegó hasta los pensamientos de quien fue su dueño y cuidador por muchos años. Que inconscientemente le concedía a su hogar la orden divina de cumplir y dar razones del porque su nombre, y que al mismo tiempo