Cuarto de hotel
Cuarto de hotel
Una mañana calurosa como suelen ser los días de enero, la fiel pareja
disfrutaba de los manjares del amor, los primeros destellos de ansías
comenzaban a nacer en el horizonte efímero de los primeros días de su amorío.
Entre miradas y palabras robadas transcurría aquel día, el mar de testigo
presenciaba aquella escena de amor
fructífero, un ambiente de coqueteo surgía en el instante, dos enamorados que
se dejaban llevar por la corriente de los deseos más puros, y quizás por sus
ganas de estar juntos se dejan arrastrar a aquel cuarto de hotel, donde el sol
vacilante entraba por las persianas no queriéndose perder de ningún detalle, el
silencio reinaba en ese momento solemne, pero fue asaltado por aquellos besos
consumados en aquella habitación, ráfagas de caricias evocadas de lo más
profundos deseos, las manos de él recorrían el cuerpo de ella, la mirada
disfrazada de deseo lo decía todo, pero aquel encuentro era muy prematuro para
dejarse caer en los brazos ardientes del amor.
Aquel amor de verano se desahogó, se conoció centímetro a centímetro,
pero con la mayor diplomacia que existe entre el amor y el respeto, dos cuerpos
desnudos que se rozaban, labios desgastados que se fundían con cada beso,
caricias que se Deslizaban por la piel húmeda de aquellos amantes, el agua
que bajaba por sus cuerpos, quería ser
parte de aquel festín de amor, una ducha que los abrigo bajo el yugo del deseo
que se desataba, pero que no podía cumplir su cometido en todas sus
dimensiones.
Aquel momento era sólo de reconocimiento, él la tocaba con la mayor
discreción, pero en el fondo de su
corazón quería hacerla suya, quería fundirse en su piel, convertirse en una sola
llama y no quedarse sólo en recorridos corto, quería ser su conquistador en
aquel cuarto de hotel...
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