Días que no vendrán


Hoy me decidí a navegar en los relatos de muchos conocedores que vivieron o igual que yo algunas vez les contaron sus ancestros, una época de luz que se vivió, años de oro en los cuales sólo se veía el porvenir, un horizonte despejado sin ninguna nube gris, una tierra que daba de comer a todos sus hijos, un camino viejo por donde se sacaban el sin fin de productos, pero quizás  el despilfarro sin control de los hombres que con sus parrandas interminables que nacían todos los días sin importar la hora, y el derroche que reinaba y daba cátedra de los días de goce y éxtasis de aquel entonces, quizás ese momento de gloria los adormeció y los lanzo a un manto de tranquilidad y confianza que no los hizo  sospechar el fin de aquella época iluminada de la cual sólo quedarían los recuerdo esparcidos como nubes En el cielo.
En memorias se ha quedado la gran economía de aquel pueblo que se alzaba en su prosperidad, la cual se dio como un torrente aguacero que no veía su fin, pero que al final no quedo nada de aquel diluvio de oportunidades y abundancias.
Cuentan con tanta nostalgia nuestros viejos, que aquella comunidad gozaba de la agricultura y la pesca sin ningún contratiempo, eran tiempos venideros, llenos de productos de nuestra tierra los que abundaban en los hogares caimaneros.
Nuestros viejos, principales testigo de aquella maravilla extinta para las nuevas generaciones, que con solo cerrar los ojos sientes el olor de las “alegrías” que se vendían en las calles, del envolvente aroma de las cocadas de ajonjolí, y las poncheras de pescado frito.
Era tan dorada aquella época que se implementaba el trueque entre los productos, se vivía a las mil maravillas, canoas a reventar salían del puerto a lata y canalete hasta Barranquilla, bultos de maíz y yuca invadían aquel puerto barrranqiillero que se expandía con tal rapidez, que se llegó a sospechar que era por alguna magia insospechable.
Quizás en cada casa de aquel pueblo que surgía a millón reposaban "Trojas" de maíz que evidenciaban la abundancia de aquel entonces.
La pesca era exorbitante, los pescadores se deleitaban con la abundancia de sus días, salpicaban dicha y placer, vivían su presente sin ningún control, un gran empuje género la pesca en aquel entonces, patios llenos de barbul salado decoraban el paisaje, "se semejaban a tendedero de ropa", de lo inimaginable que era.
Los pescadores tenían tandas exhaustivas a doble jornada, pero disfrutaban cada esfuerzo que hacían a la intemperie de aquel sol abrasador.
El transporte era precario en aquellos tiempos, canoas cargadas hasta los límites emprendían los viajes a pura fuerza física y en ocasiones  por la infinita ayuda del viento que refugiándose entre las velas causaba un impulso que los botes se asemejaban a los buques de vapor, el viaje duraba menos en bajada, pero se convertía en toda una odisea de varios días de subida por el río grande la magdalena.
Cuando comenzaron a llegar los primeros botes impulsados por motores fuera de borda, y se cambiaron los viajes agobiantes y esclavizados a lata y canalete por este adelanto de la época, pero tal era la demanda de viajeros que se tuvo que implementar un sistema precario para solventar la demanda de pasajeros de aquellos días. El improvisado sistema consistía en una lista de los pasajeros que viajaban, reservas de pasajes reposaban en aquel libro. Todo un inventario del trasporte de aquellos tiempos memorables.
Tiempos fascinantes que al sonar de las palabras de los abuelos nos hacen soñar, con cada palabra contada y con sus pupilas dilatadas dudan de presenciar una vez más esos días que no vendrán.


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