Máximo
Máximo, postrado en su silla de hierro con tejidos entrecruzados se sienta a contemplar el paisaje que se extiende desde la terraza de su vieja casa hasta donde le alcanza su vista nublada por culpa de las cataratas. Todas las tardes como en un acto ceremonial saca su trono móvil y lo instala en el que ahora es su lugar favorito. Allí sentado se lanza a las aguas melancolicas de su vida pasada. Entre su ir y venir en lo que le queda de su memoria desgastada, personifica episodios nítidos que le llegan como ráfagas de viento incorregibles. Y entre recuerdo y recuerdo se queda divagando en nubes de vidas inexistentes que se esfuman con sólo recuperar el aliento. Así vive máximo, creando conjeturas con arañazos de su presente y escombros de su pasado. Vive con la pensión vitalicia de haber trabajado bajo el sol inclemente de aquellos días ya evaporados y que ahora se posan como nieves perpetuas en el blanco de su cabello, los años le dejaron estragos en todo su cuerpo, los achaques s