LA VIDA CAMBIA.



LA VIDA CAMBIA.
La vida cambia, la leyenda que lleva tatuada esta casa en su fachada, quizás como una revelación del destino, que sin darse cuenta le concedió un nacimiento, una adultez y una vejez. Como por instinto o tal vez por una fuerza inexplicable se fue marchitando como se marchita el ser humano, fue cayendo en una especie de complicidad humana, como si se tratara de un cuerpo configurado con sus órganos, sus tejidos, sus huesos y su piel. Como si el tiempo le concediera el permiso de irse desvaneciendo en sus propios años vividos, o quizás le otorgará una vida terrenal, con sus épocas doradas donde Lucía llena de vida, pero que sin embargo fue condenada o quizás privilegiada con la orden Suprema de cumplir su ciclo natural.
La vida cambia. Así fuerte y revelador, llegó hasta los pensamientos de quien fue su dueño y cuidador por muchos años. Que inconscientemente le concedía a su hogar la orden divina de cumplir y dar razones del porque su nombre, y que al mismo tiempo se fundirían en una especie de pacto sagrado con la vida, uno especial, de esos que se profesan en el matrimonio, un trato que se ha cumplido a cabalidad el de envejecer con su dueño, un pacto del que no se puede escapar el ser humano, que es el acecho del tiempo cuantificable que te va marcando y al mismo tiempo advirtiendo que él nunca se detendrá, pero que si dejará huellas en ti, ranuras en toda tu piel.
 - grietas en tus muros - canas en tu cabello
- nubes de polvo en todos tus muros
- complicaciones en tus huesos
- debilitamiento en tus cimientos.

La vida cambia, tatuada quizás con un cincel que ya falleció, pintada con una brocha que ya se extinguió. Y Que ahora se mueve en la ciénaga de su otoño, en su vejez desmedida, en la cúspide de la vida.

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