Escombros de vida




A veces cuando quedo vagando en mis pensamientos, cuando decido escrudiñar mis memorias una a una, siento que mi alma vuela y mi cuerpo queda estacionado en la vida real, mi yo físico queda inmóvil reclamando su otra mitad.
Voy revisando cada una de las habitaciones donde tengo reservadas todas mis memorias, cada una con sus alegrías y desventuras.
Creo que es una manera de encadenar el tiempo, ese hilo que jamás se detiene, pero que sin darnos cuenta se va alojando en lo más profundo de nuestro ser, en habitaciones enumeradas que nos dan acceso a recuerdos, a pedazos de tiempo, a escombros de nuestras vidas.
En este viaje inconsciente recorro aquellas habitaciones lejanas que están en lo más profundo de aquel recinto, rincones quizás un poco opacos, con tono sepia, los cuáles  un día albergaron  las primeras aventuras.
Incluso en aquel recinto lleno de pasillos Y habitaciones, también se sufre la inclemencia del propio tiempo, uno más interno, quizás más arrasador que el cuantificable de la vida real, ese tiempo que va exterminando con habitaciones enteras y va dejando vacíos interminables. Un huésped traicionero que en un acto deliberado va abriendo puertas de par en par, liberando así el tiempo encadenado. Quizás sea lo que llamamos olvido. Ese olvido que va creciendo dentro de nosotros, quizás Paralelo a la vida real, que aunque hagamos lo imposible por vencerlo al final nos termina doblegando. Por esta razón sigo visitando mis habitaciones, protegiéndolas de ese intruso, incluso sigo construyendo rincones que me garanticen la supervivencia de mis recuerdos. De mis escombros de vida.

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